Diez, hasta dieciséis

Juanjo Brizuela
4 min readAug 21, 2023

“¿Y cómo vas entonces? Por aquí noche en vela. No hay nada como creer que tienes ya correctamente trazada tu línea para que la deseada última hora del día se convierta en un sinfín de curvas dibujadas por una mano descarriada de revoluciones. ¿Te describí lo del porche la tarde anterior, verdad? Pues el frío de la noche parece que acampa ahí a sus anchas. Pasé un buen rato acurrucado en una de sus esquinas protegidas de la fría intemperie con una manta del salón, y con el único sonido de la nada, porque no sé si sabes “la nada” tiene su propia melodía: sobrecogedora, con la ligera composición acompasada de las ramas de los árboles al moverse por el aire y algún que otro susurro con forma de sospechoso movimiento de animalillos que se acercaban al aledaño de la casa a curiosear al “desconocido”, yo en este caso.

“El caso es que tuvimos cena sorpresa en la casa. Me llamó a última hora de la tarde Fede, su dueño, para decirme que ni por nada del mundo hiciera planes, que venían unas amigas y amigos suyos por lo de las prefiestas y qué mejor que cerrar el día celebrando juntos lo que sea, por ejemplo que yo estaba alojado en su casa. Sin tiempo para responder solo me limité a decir: “¿quieres que vaya preparando algo?”, y escuché unas cuántas carcajadas de su voz como diciendo si no tienes ni pajolera idea de lo que hay en la casa. A los pocos minutos allá que aparecieron, Fede, dos parejas de unos treinta y pocos años y otra chica de unos cuarenta. Si tuviera que apostar por decir que eran cuadrilla desde hace tiempo probablemente hubiera ganado un dinerito; luego me di cuenta que no era tan así.

“Dar rienda suelta a la desinhibición tiene el riesgo de cruzar la fina línea que separa lo jocoso de lo vulgar y fastidioso. Casi toda la velada estuvieron subidos cual trapecistas en ese ligero cordel, jugando a un equilibrio a golpe de a ver quién habla más alto, pullas envenenadas, risas forzadas y de vez en cuando algo medianamente cuerdo y con humor notable. Miradas cruzadas con sorna y miradas al plato para esquivar por si oías llegar el filo de la broma pesada. No sé cómo aguantaron el tipo. Fede trataba de explicar por qué estas fiestas eran especiales, en especial un día como hoy, ya habéis visto el ambientazo que había en los puestos; la parte masculina de las parejas en modo barra de bar de los oscuros y descuidados; las chicas en cambio decidieron antes de hincarle al diente a las costillas asadas que era mejor hablar entre las tres y olvidarse del simulacro de cómicos que imitaban sus parejas. No me quedó bien claro al menos en una de ellas que lo fueran, más bien parecía que estaban en proceso de dejar de serlo porque madre mía.

“El caso es que la noche se alargó más fruto del cansancio, me temo, del día que pasaron dando vueltas por el pueblo, y eso que tampoco es que sea grande, más bien lo contrario, y de algunos grados de más de la ingesta continua de alcoholes varios. Había que mantener el tipo y ahí que seguimos en la terna, disputando el honorífico premio a la mayor chorrada de la noche aunque no hiciera ni pizca de gracia. Fede decidió ponerse del lado de las chicas que a su vez se pusieron de mi lado. La conversación derivó más a temas personales, de dónde eres, cómo así por aquí y cosas de estas. Una de ellas me confesó que estudió en la misma facultad de filosofía y letras, pero puntualizó que fue hacia el mundo friki de las lenguas modernas y sus Literaturas, mientras el resto cuestionaba si no habríamos coincidido por allí. “Soy del 76, algo más mayorcito que vosotras me temo”, “¿y tú cómo sabes la edad que tengo yo, eh?”.

“Entonces apareció Ella, venía sola, también con cara de pero qué gente más maja hay en este pueblo, mientras Fede le fue presentando al resto de la banda, que estaba ya empezando a planear su marcha. Se sentó a mi lado como queriendo mostrar espacio de pertenencia reservada. Las dos parejas se marcharon entre que sí, espera un poco, que nos vamos, una más, o vienes o me piro yo, y nos quedamos la friki, Fede, Ella y yo. El ambiente se aligeró bastante, afortunadamente, lo suficiente para conocernos un poco más porque como quien dice apenas llevábamos poco más de 24 horas en la casa y daba la sensación de que el tiempo en común era bastante mayor en todos los casos. Fede y la chica se fueron, “no recojais nada, mañana a primera hora me encargo yo y el servicio de limpieza” pero no era plan. Así que con sigilo fuimos dejando las cosas medio decentes en el salón y salimos un momento al porche. “Pensaba que vendrías al pueblo” me dijo y respondí que preferí estar tranquilo y no había pasado buena noche hasta que Fede me llamo. “¿Subes ya a dormir?”. Sí, afirmé, y subimos a las habitaciones que estaban en la segunda planta. Muak.

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Juanjo Brizuela

Prefiero ser optimista. Consultor Artesano en branding, planning y comunicación en un entorno digital. Buscando conexiones entre marcas y personas. Escribo.