Espera

Juanjo Brizuela
3 min readJul 13, 2024

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“Espera, siéntate un poco aquí. Un poco solo”.

Otro chillo más sería insoportable. Sus ojos desprendían un perdón que su boca era incapaz de darle forma de sonido. La mirada se fijó con lentitud, como una linterna que busca enfocar algo descubierto entre la nada. Los gestos pasan a ser entonces el único idioma comprensible mientras la razón, esa que nos obligan a modelar a empujones desde temprana edad hasta llegar a eso que le llaman madurez sin importar cuando será eso, retrocede demasiadas casillas atrás con extrema rapidez.

El tiempo se convierte en algo desconocido, nada importante. No es que se pierda la noción del mismo, un minuto deja de serlo, como las horas que se vuelven indescriptibles. La vida busca su sitio en un reloj sin agujas, puede que solo con una, qué importa si es la de la hora o la de los minutos. Está ahí porque está, sin importar el tamaño de la única aguja que se mantiene firme, pero ni siquiera sabe para qué, ni qué significa en realidad. Marca un tres o un quince o el de la derecha o el ángulo de 90º. Nunca nada tuvo tan poco sentido ni utilidad. Nunca. Nada.

No se le cayó la mirada. Se mantenía ahí, repitiendo en silencio sin vocalizar un ruego mudo. La mano derecha se liberó de la colcha de la cama, con los dedos torpemente abiertos, como entregando la paz y dejándola volar para que se posara frente a mi. Dice ven, no tengo respuesta, pero me acerco despacio porque en el fondo sé que si el tiempo pierde su valor, el espacio es siempre recuperable y más que nunca reconfortante. No hay lugar para una sonrisa porque la cara apenas le queda la fuerza suficiente para dibujarla, pero en cambio las arrugas sí porque dejan por un momento su lado hostil para dibujar torpemente delgadas líneas que llaman de nuevo tu atención.

Me siento cerca, el eco de los desagradables minutos de antes ha remitido casi del todo, el silencio está atento a la espera de una palabra no importa de quién. Quizá sea el momento de no decir nada, simplemente estar, estar cerca. A veces las palabras no tienen sitio entre las personas, estorban o generan más inquietud de la que ese momento necesita. Un simple gesto, parsimonioso, de un brazo que se eleva poco a poco en horizontal y se posa sobre el hombro más cercano de la otra persona tiene más valor que una frase que puede pasar al olvido, salvo que sea un te quiero, o un no te vayas todavía.

De aquellos gritos y llantos tampoco quedan restos, de hecho, qué dices de gritos y llantos. Ahora te acuerdas de aquello de lo efímero y el tiempo, ¿verdad? ¿Hasta cuándo es efímero? Es su cabeza la que entonces toma el protagonismo de la escena, con la luz del pasillo aún encendida, que alumbra el gesto de posarse lentamente sobre mi hombro. No digas nada, piensas, no hagas nada. Que posen suavemente las emociones y encuentren su sitio donde sea, pero que lo encuentren un rato al menos. La mano que abraza el hombro hace un poco de fuerza para que atraiga más el cuerpo, para apoyar más esa dócil cabeza, para que encuentre la comodidad que espanten los miedos y las míseras preguntas de lo desconocido.

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Juanjo Brizuela

Prefiero ser optimista. Consultor Artesano en branding, planning y comunicación en un entorno digital. Buscando conexiones entre marcas y personas. Escribo.