Nadie

Juanjo Brizuela
2 min readNov 25, 2023

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Photo by Lasse Møller on Unsplash

Sombras que caminan estiradas por la calle, que se encogen cuando la luz se esconde, y observan desde lo más alto de su diagonal hasta donde jamás llega la mirada, por mucho que lo intente.

Luces, recién apagadas, que deslumbran sus ojos hasta que esa mirada vuelve buscando una calma, como el mar que vuelve a su lugar después de dejar de ser ola, y que ya nunca será el mismo.

Silencios que atienden miedos y dudas vestidas de interrogantes con puntos suspensivos porque no saben cómo expresar, que miran fijamente prestando palabras que rebajen las emociones doloridas de las grietas abiertas en corazones vulnerables.

Manos firmes que se posan en hombros desnudos de calor, que contagian temperaturas para calmar la gélida sensación que recorre el cuerpo y llega a todas las extremidades, que tiemblan no solo del frío sino del pánico y los no-sé.

Una silla que recoge un pesar, denso y plomizo, que paraliza cada paso que das, y urge a apoyarse donde sea en el caminar, un respaldo con forma de abrazo escaso, liviano e insuficiente para lo que ha de llegar.

Una sábana ligera, una manta roída por una suma sin fin de preocupaciones, por cada lágrima derretida, caída, una tras otra, que abren surcos en el alma sin diques que los puedan detener.

Una cabeza caída que se posa sobre el hombro, sospechosamente quieta, que busca un diminuto espacio que le dé el cobijo preciso para que los sentimientos recuperen un lugar perdido y un tiempo pasado que nunca más llegará a ser futuro.

Un timbre sordo, un ring mudo, un guiño invisible, una mano sin tacto, temblorosa, una palabra sin sabor, más que nada, poco, poquísimo.

Un nombre sin apellido, una casa sin hogar, un abrigo de verano, un cazo sin fuego, una botella sin vaso, un cuadro sin lienzo, un yo que no conozco.

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Juanjo Brizuela

Prefiero ser optimista. Consultor Artesano en branding, planning y comunicación en un entorno digital. Buscando conexiones entre marcas y personas. Escribo.