Nueve, hasta dieciséis

Juanjo Brizuela
4 min readAug 20, 2023

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“¿Vamos bien? “¡Joder!” Da igual las veces que lo hayas oído, visto o confirmado en persona que cuando llega una vez más te vuelve a sobresaltar como el exaltado primer día. No, no es un beso, ya me gustaría. Un cohete. Un p cohete. Estaba tan plácidamente dormido que han sonado un par de ellos a primera hora de la mañana como recordándote “¡a ver, venga todo el mundo a aprovechar el día!”, y me ha tenido unos diez minutos con el corazón en un after sin parar de saltar. Del agobio a la calma matinal ha pasado un buen rato, no llevo reloj, no sé cuánto pero bastante. No he vuelto a escuchar ni uno en el resto de la mañana y eso aún me ha puesto de peores gaitas.

“Que me decía el dueño de la coqueta casa rural que en estas fechas hay un día previo a las fiestas patronales que se celebran la semana que viene, en el que son como los preparativos de las mismas. Ellas desde luego no tienen la culpa de que venga yo con cierta ansia de descorchar una nueva etapa de mí, pero de haberlo sabido quizá hubiera escogido otro sitio. Pero lo cierto es que esta pequeña aldea tiene un halo que la hace especial. Probablemente como muchas de estos lares, no lo niego. Lo he vuelto a comprobar durante la mañana, claro, me he levantado, he desayunado tranquilidad, como diría mi abuelo, y he ido a pasear después entre el espectáculo sensorial de sus bosques de robles, castaños, encinas, etc. El silencio necesita ponerse cómodo en el sofá de la naturaleza para entender el lugar que queremos ocupar en el mundo.

“Es tener un momento de pausa y pensar en lo nuestro. Es un indicativo que me importa, ya te lo dije, y mucho, y me mirabas extrañada como a un desconocido que te hablara en otro idioma. Son los actos los que nos definen, las palabras pueden llegar a adornar, a embellecer o perturbar la realidad pero lo que cada quien hace es lo que queda grabado en el recuerdo. Pensarás que esto que sucede ahora mismo es precisamente esto: palabras. Lo son, no lo niego porque quiero abrir la puerta a expresarte lo que siento, pero el hecho mismo de hacerlo cada día no deja de ser una acción que tiene mucho que decir, a mi modo de ver. ¿Que si estuvieramos uno enfrente del otro sería diferente? Puede. Cierto es que preferiría que estuvieras ahora aquí. También.

“La casa tiene un porche en uno de sus laterales que por la tarde la sombra recorre cada piedra que la recubre. Es un sitio precioso, con dos ambientes, en uno tiene una mesa de centro para el café y en otro, otra mesa más grande y alta, como para comer, trabajar y escribir, de madera las dos. Las sillas son también de madera, cómodas para tener pinta de llevar unos cuantos años por aquí y llevar un trote más que suficiente, un par de butacas que te acogen con el cariño caluroso para no levantarte en un buen rato. He pasado la tarde entera ahí sentado, viendo cómo el sol dejaba paso en ese espacio a la sombra que traía unos agradables grados menos de temperatura, con unas vistas hacia el valle que invitaban a dejar correr la imaginación por cualquiera de sus caminos y veredas. Se nota que he estado a gusto, ¿verdad?.

“Solo un garrafal error: bajé el móvil. No le hice mucho caso en realidad, lo dejé en la habitación a la mañana, porque deseaba hacer del porche de la casa mi trinchera para que el tiempo allí dentro transcurriera lento, protegiendo de mi interior mientras gozaba del espectáculo exterior. Sentía que mi cabeza se asentaba, que pensaba con la calma precisa que estuvo ausente en las últimas semanas, que la claridad de las ideas no era ensombrecida como en otras ocasiones, pero me despisté una milésima de segundo para mirar el móvil. Tenía cuatro llamadas perdidas de “ella”, varios mensajes. Abrí uno de ellos: “¿dónde estás?, necesito verte”. La casa estaba en silencio que fue alterado por mi acelerada respiración y por una nueva llamada: “¿estás en la casa?”. Apareció a los pocos minutos, se sentó a mi lado sin decir nada. Dime, le comenté. No me respondió. No supe cómo seguir la conversación. Ella, tampoco. Solo me miraba. Un beso. Tengo ganas de verte. Muchas.

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Juanjo Brizuela

Prefiero ser optimista. Consultor Artesano en branding, planning y comunicación en un entorno digital. Buscando conexiones entre marcas y personas. Escribo.