Tres del 10, del veintiuno

Juanjo Brizuela
2 min readDec 24, 2021

Ayer soñé en blanco. Quien dice en blanco dice que no me acuerdo. O que no hubo nada que tuviera suficiente brillo como para al despertarme me hubiera hecho qué pensar. Puede ser también que en realidad dormí bien. No sé. Me extraña que tras estos días, no haya nada que destacar de una noche donde cuando cierras los ojos, es como que dejas las condiciones adecuadas para que suceda algo en esa parte que aloja lo racional y lo emocional, lo imaginado y lo pasado.

Como cuando preparas una mesa para un convite, por ejemplo el de hoy. Que te afanas que tenga algo especial, algo diferente, algo de estreno, algo que nada más verlo te diga algo así como “no puede ser una más”. Nos gusta provocar al futuro, a lo que pueda pasar, sorprenderlo, esperando que cuando suceda, al menos esté todo bien preparado. Nos gusta imaginar cómo empieza, cómo sigue y cómo debe finalizar ese momento. Nos gusta pensar en alargarlo, en que nada lo interrumpa, en que pueda estirarse sin romperse.

Un sueño tiene todo ese recorrido también. Solo que esta vez acudimos más como espectadores que como protagonistas. Se entremezclan historias diferentes, se unen a saber cómo, ni pienses sobre qué se fundamenta, y aparecen personas y espacios que si fueran piezas de puzzle serían imposibles de unir y terminarlo correctamente. Y ni que decir tiene los lugares. Alguno ni has visitado, aparece el cartel con su nombre, y tú ahí en el sueño tan pancho mirándolo y diciendo “mira tú, que he estado yo por aquí”.

Lo bueno que tienen los sueños es que hay de dos tipos: los que te vas imaginando y construyendo cuando tienes cierta consciencia, y eso que hay algunos que no casan y lo sorprendente es que los imagines así; y luego están los que se representan cuando estás dormido, que se organizan y se entrelazan entre sí y te despiertas de pronto diciendo: “joder pero qué loco, ¿no?”. Aquellos se cortan de raíz, son como un intento desesperado por un imposible, que no están mal, pero sabes como que no. Estos últimos son los que son capaces de sacarte una preocupación a escena o bien una sonrisa irracional que te alegra el día. Estos te provocan a que actúes. Y ahí es donde aparece tu verdadero yo. Así que me he levantado a la mañana, he llamado a la familia y me he puesto a la faena sin dudarlo. ¡Feliz Navidad! Eguberri on!

--

--

Juanjo Brizuela

Prefiero ser optimista. Consultor Artesano en branding, planning y comunicación en un entorno digital. Buscando conexiones entre marcas y personas. Escribo.