Tres, dieciséis
– “No hacía falta traer nada, de verdad”.
– “Me acordé de ti al verlo y fue como un impulso”, dijo abrazándola al mismo tiempo. Sintió una temperatura especial en su cuerpo, como si el escalofrío se peleará con el aumento de temperatura corporal.
La mesa estaba a medio poner, preparada a trompicones, el mantel impoluto, delatado por los pliegues perfectos y recientes del planchado, un par de cubreplatos y dos copas de vino. Quizá reflejase de inicio que la velada iba más del encuentro que no de la excusa del mismo, “preparo algo rápido”.
– “¿Y te fue bien?, preguntó para pasar a un tema diferente. Lo suficientemente correcto y escurridizo a la vez.
Han sido casi tres años desde que un mensaje de voz le explicara que se iba una temporada fuera de la ciudad “porque no encontraba estímulo para seguir por aquí”. Desde entonces la palabra estímulo llevaba una daga pegada al cuerpo. Y ahora viene con un regalo como para esconder aquella razón que ambos sabían que no tenía fundamento alguno.
– “Sé que no estuve del todo bien pero era como ya o nunca, y ganó el ya”. Sonó el temporizador del horno. Un olor conocido, como todo lo que estaba pasando desde hace unos minutos, no únicamente recuerdos.
– “Esto está, ayúdame anda”, le dijo mientras le daba los cubiertos para completar la mesa y acabar de preparar la mesa. Ambos eran más que conscientes que al encuentro le faltaban las frases adecuadas, tardías para ella, demasiado distantes para él. Quizá por eso fuera más necesario que nunca después de haber decidido mudarse juntos de ciudad hace unos años, de vivir intensamente el inicio de lo que su madre le dijera “no estás para aventuras”, y en un momento dado, un puñetero mensaje de voz dijera que los estímulos ya no eran como antes.
– “¡Pero qué pinta tiene esto por favor!”. Le salió una pequeña muesca de sonrisa de su cara. Hay cosas que nunca se olvidan pero no por ello no dejas de repetirlas a pesar de la espera, a pesar de la rabia, de las lágrimas, de las preguntas sin respuesta, de las llamadas que dejaste de coger. Pero que siguen mereciendo la pena.
– “Todavía no me has respondido”.