Doce, dieciséis
“Recuerdo cuando a escondidas entrábamos en aquel pajar, sin que nos viera aquella señora, ¿cómo se llamaba? Sí hombre, una señora que andaba siempre merodeando entre las casas del pueblo. Cómo no te vas a acordar si cada vez que nos la encontrábamos, cantábamos aquello de “¿dónde vas con mantón remendado, dónde vas con vestido al revés?”. Aurori, eso, Aurorita. Se enfadaba no sabes tú cuánto, cuando le decíamos eso de “¿pero a dónde va Autorita? Que no soy Aurorita, soy la señorita Aurora”.
“Íbamos a media tarde al fondo de aquel pajar donde escondían entre los sacos de trigo, uno que tenía unos pocos mendrugos de pan. Tienes que acordarte de eso, que teníamos que revolver con cuidado porque si no aparecían las ratas y se sumaban a la fiesta, con el asco que te daban. Luego los cogíamos, jesús cada vez que me acuerdo, y saltábamos la pared del pajar pero al otro lado, por donde pasaba el río. Si una vez que te trastabillaste al evitar una rata, saltaron tus trozos de pan al río y adiós muy buenas, torpe más que torpe. Menudo trompazo te metiste.
“Era por allí por donde estaba tu casa, vamos que te acompaño que total hasta que llame madre tengo tiempo de sobra. Venga ven, mira que no acordarte. Si no estuviera Cruz, qué hubiera sido de ti. Recuerdo otra vez, cuando un invierno, era por aquí, por esta loma que da a la playa, vimos a dos hombres que enterraban algo. Y nosotros veníamos de noche a buscar dónde pero nunca conseguimos …encontrar… dónde narices era. Me parece que era por, quiero recordar que era por, por … seguro que si me agacho un poco reconocería el sitio. Espera que, me parece que era por aquí…
“¿pero qué te ha pasado Cruz? ¿Con qué te has golpeado en la cabeza que estás venga a sangrar? ¡Cruz, Cruz, despierta, Cruz!.
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